En una ocasión, llegué
a casa con un malestar en todo el cuerpo, tan pronto entré me lancé
en mi cama y me que quedé dormida, cuando mi mamá llegó y me vio,
se dio cuenta que estaba muy caliente, y que estaba arropaba hasta el
cuello con una cobija gruesa. En seguida corrió a la cajita de
medicamentos buscando una pastilla para darme, y creo recordar que
quería darme algo como un té para calentarme, pero no había ni una
manzanilla en la despensa, así que me tomé un acetaminofen con
agua. Pero los escalofríos no cesaban y ella insistía en buscar
algo caliente. En ese punto, se dispuso a hacer la cena.
Cuando haces una arepa
en una sartén y la cocinas todo el tiempo a fuego medio y tapada, se
concentra más el calor en el interior de la arepa, debe ser por el
efecto del vapor del agua de la masa, y la concha queda muy suave,
esta forma de cocinarla la recomiendo para cuando los niños están
mudando los dientes o las personas mayores ya les cuesta morder. Esta
cocción también concentra mucho el calor dentro de la arepa y si la
envuelves en papel de aluminio se conserva suave y caliente mucho
rato.
Esa noche mi mamá me
llevó a la cama una arepa de estas, bien gordita y caliente, con un
rebanada que queso blanco fresco, estaba humeante, pero tenía tanto
frío, que solo la tomé y me la comí. Al terminarla, sentía aquel
calor de la arepa extenderse desde mi estomago por todo mi cuerpo, y
justo ahí empecé a sudar, era como si me había comido un sancocho
en pleno mediodía junto a un fogón. Los pies se me calentaron, el
pelo se me pegaba de la cara, la franela del pijama tuve que
sacármela porque estaba húmeda. Al pasar media hora, ya estaba
mejor, tomé un baño y me acosté a ver Tv. Mi mamá solo me dijo:
“¿La pastilla te puso a sudar?” y le dije “No, estoy segura
que fue esa arepa caliente la me curó la fiebre”.